Discutía –es un decir- no hace mucho con un amigo sobre qué es y qué lleva un botillo. Claro que, gracias a las peripecias de la vida, yo jugaba con ventaja (mi vida es mía: no voy a contar nada más). El caso es que este producto, sólo apto para paladares duros y estómagos revestidos de amianto se hizo un hueco entre mis platos favoritos nada más probarlo.
Bien: la mitad de la discusión rondaba en torno a qué lleva el botillo. Y aquí la dejo zanjada tras consultar a la Indicación Geográfica Protegida (IGP) de Botillo del Bierzo: según la institución, éste ha de llevar al menos un 65% de costilla de cerdo y un 10% de rabo del mismo animal.
Queda al criterio de cada fabricante el añadirle lengua, carrilleras, paleta y espinazo en la proporción que quieran, siempre y cuando estos ingredientes no superen el 20% del producto final y ninguno de los cuatro suponga más del 50% de la “carne extra”.
Con sabor
A todos los componentes se le añade sal, pimentón, ajo, aditivos autorizados y otras especias naturales. Una vez embutido, tenemos esta bomba de sabor –y calorías-, orgullo de la comarca leonesa del Bierzo.
La segunda mitad de la discusión giraba en torno a cómo cocinar el botillo. Y, mira, ahí nos equivocábamos los dos al creernos ambos únicos poseedores de la verdad: el embutido en cuestión puede prepararse de diversas formas, aunque existe una tradicional que, por cierto, ninguno de los dos recitaba con exactitud:
Una receta de muchos siglos
Empezamos por poner a cocer el botillo, de unos 800 gramos, durante un par de horas con agua suficiente para que lo cubra. A media hora de que se cumplan las dos, agregamos cuatro patatas medianas, peladas y enteras, medio kilo de berza –puede valer repollo- y cuatro chorizos. Como se habrá evaporado buena parte del agua, añade de nuevo hasta que se cubra el embutido.
Para comprobar que está listo, pincha las patatas: si estas dejan entrar el tenedor con facilidad o se rompen casi con el roce, el plato está listo.
Existen, por lo que he podido ver, una buena cantidad de recetas, aunque, también por lo visto en mis investigaciones, esta que aquí te he dejado es la que se considera “tradicional”. En cualquier caso, se trata de un plato para satisfacer al más glotón, aunque, eso sí conviene comerlo con cuidado: ya ves que es muy fuerte.